
El costo de no actuar: una sola tragedia puede marcar a toda una comunidad
Para los padres, uno de los mayores temores es no saber qué pasa realmente en la vida social de sus hijos.
Saben que tarde o temprano se enfrentarán a la presión de amigos, al acceso fácil al alcohol o a la moda de los vapes. Lo que más agradecen es que alguien se acerque a hablarles de estos temas de manera clara, directa y cercana.
Cuando una escuela ofrece un espacio de prevención efectivo, los padres sienten tranquilidad. No se trata de prohibir ni de imponer, sino de abrir conversaciones que sus hijos quizá no tendrían en casa. Ese acompañamiento marca una diferencia enorme: los jóvenes escuchan, reflexionan y descubren alternativas que los padres solos difícilmente lograrían transmitir.
Además, los padres valoran la alianza con la escuela. Saber que la institución comparte la responsabilidad de guiar y proteger refuerza la confianza, mejora la comunicación familia–colegio y crea un frente común contra los riesgos.
El resultado es simple: familias más seguras, padres más confiados y jóvenes mejor preparados para enfrentar decisiones que marcarán su vida. En tiempos donde las influencias externas avanzan rápido, ofrecer prevención no es un detalle; es una manera concreta de cuidar lo que más importa.
